En 1930, el gran pintor noruego tuvo una repentina pérdida de visión en su ojo derecho, asociada a una hemorragia intraocular.
Angustiado por la idea de quedarse ciego, representó con todo lujo de detalles en una serie de destacados dibujos, pasteles y acuarelas, la evolución de sus lesiones tal y cómo él las percibía.
La visión entóptica consiste en percibir las estructuras de nuestro propio ojo. Se trata de una imagen ciertamente subjetiva, pero que se corresponde con las estructuras anatómicas precisas. La más conocida es la posibilidad de ver los vasos sanguíneos de nuestra propia retina. La visión entóptica puede ser también un síntoma de una patología oftalmológica. Algunos pacientes hacen dibujos de sus impresiones visuales para podérselas explicar al médico. Este fue el caso de Edvard Munch (1863-1944), y las minuciosas representaciones de sus sensaciones entópticas tienen un valor semiótico excepcional 1.
Munch es considerado como el precursor del movimiento pictórico expresionista, gracias a la vez a lo innovador de su estilo y a las atmósferas, a menudo angustiantes, de sus cuadros, que recuerdan el teatro de su amigo Strindberg o de su compatriota Ibsen, o algunas películas de Ingmar Bergman. Munch fue introvertido y pesimista: “He nacido muerto”, decía. Incluso alguno de sus episodios depresivos le llevaron a una clínica psiquiátrica en 1908.
La etapa más célebre de su obra se sitúa en el inicio del siglo XX. Vivió hasta los 80 años, meditando incansablemente sobre “el sentimiento trágico de la vida”, de lo que dan testimonio sus pinturas hasta el fin de sus días.
“Estaba al borde de la locura: era sólo tocar y caer». «Así como Leonardo estudió la anatomía humana y disecó cuerpos, yo trato de disecar almas». «Mis problemas son parte de mí y por lo tanto de mi arte. Ellos son indistinguibles de mí, y su tratamiento destruiría mi arte. Quiero mantener esos sufrimientos”. Edvard Munch.