El uso simultáneo de lentillas y rímel puede provocar un aumento de la flora bacteriana alrededor del ojo.

El ojo es un órgano muy sensible que está continuamente expuesto al ambiente y que necesita mantener una buena transparencia para lograr una correcta visión. Sin embargo, son muchos los hábitos de vida que producen una exposición excesiva a ciertas agresiones externas que pueden producir disconfort, visión borrosa o molestias oculares. Una de las más frecuentes es la utilización de productos cosméticos.

Los productos cosméticos que se utilizan cerca de los ojos, son generalmente usados en la zona de los párpados o las pestañas, pero también muy cerca de las glándulas de Meibonio, sobre el borde del párpado.

Rímel

La córnea puede contaminarse por un gran número de productos cosméticos, sobre todo la laca para el pelo, perfiladores, sombra de ojos, colorete, desmaquillantes…, por nombrar algunos de ellos. El efecto de estos productos, individualmente o asociados, es muy difícil de precisar para los científicos y las clínicas. Algunos pacientes han presentado reacciones como dermatitis de contacto o una caída de las pestañas, después de la aplicación del rímel. Estas reacciones parecen ser más frecuentes con el uso de rímel coloreado, más concretamente aquellos que contienen parafenilendiamina o goma laca.

En teoría, todos los productos de maquillaje con pigmentos pueden contener alérgenos metálicos, entre ellos el níquel. Se ha observado dermatitis palpebral en pacientes alérgicos al níquel, tras una exposición al rímel o a la sombra de ojos.

Superficie ocular y microbios

Las infecciones bacterianas de la superficie ocular son más frecuentes en las personas que llevan lentillas, frente a los que no las llevan. Las lentillas están implicadas en la mitad de todas las infecciones bacterianas de la córnea. Esta infección se produce a menudo tras una utilización combinada de lentillas y de productos cosméticos. El uso simultáneo de lentillas y rímel puede provocar un aumento de la flora bacteriana alrededor del ojo.

Para evitar infecciones asociadas a la contaminación del rímel, es recomendable cambiar el tubo de rímel cada 6 meses para las personas que no usan lentillas y cada tres o cuatro meses, para las personas que las usan. Aunque en realidad es probable que la mayor parte de las personas no reemplazarán el rímel hasta que el tubo no se acabe.